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¿Qué cambiará?

¿Qué cambiará?

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Carta editorial: Marzo 2022

Hace varias semanas una amiga me comentó que muchas cosas negativas están sucediendo en torno a RD: que las redes demuestran cada vez más la falta de honestidad de sus usuarios, que si la delicuencia está en alza; que todavía le damos más importancia al hecho de que dos personas del mismo sexo estén juntas, en vez de ponerle más energía a la lucha contra la violencia de género que desemboca en muerte; que si hay fuertes discusiones por el deseo de implementar la lectura bíblica en los colegios pero sin embargo no enseñamos a nuestros hijos a amar al prójimo como a sí mismo desde el hogar… entre otros puntos. Y bueno, como plantea mi amiga, no podemos cegarnos ante una realidad, pero tampoco concentrarnos en lo malo, porque lo bueno siempre será más y mejor. Creo que todo lo que conversamos se resume en que dejamos todo en manos de terceros y no asumimos nuestra responsabilidad cuando decidimos, por ejemplo, no votar porque ese día “libre”decidimos quedarnos hibernando, porque, ¿qué cambiará?, ¡todos los políticos son iguales! O cuando decimos, “seguro ella se lo buscó, porque, ¿tú has visto como se viste?”.

He sido víctima de la delincuencia directamente, desde un robo en un carro público cuando era estudiante, hasta el punto de que alguien que fue muy importante para mí, casi pierde la vida en medio de un atraco; sí perdió una de sus piernas; y ni les cuento qué pasó cuando su papá fue a poner la querella, porque caerían “plop”, como Condorito. Pero aquí seguimos, creyendo en un país en general bueno, fértil y de gente capaz de fomentar el cambio. No he sido víctima de violencia de género, pero mi papá no se lo dejó a terceros ni a mi pareja, me educó muy bien sobre qué aceptar y qué no. Sin embargo, al menos dos veces por semana leo una noticia sobre este tipo de violencia en los periódicos o redes sociales.

En mi niñez estudié en colegios católicos, y si me preguntan, sólo en mi adultez logré realmente tener una relación con Dios, a pesar de que en aquel entonces recibía todas las semanas la clase titulada “Religión”. Que la Biblia no esté en un centro educativo no quiere decir que desaparezca de los hogares, al menos que quieras dejarle todo al sistema, que aunque siempre será más fácil, no quiere decir que sea lo mejor. Los valores se cultivan en casa.

Dios siempre le ha dicho  a mi corazón que la solución es el amor y respeto al prójimo, uno que viene en diferentes empaques, con diversas creencias y gustos que podrán ser muy distintos a los míos. Yo, entonces, abrazo la diversidad como Dios la creó.

¿Cuál es la solución a la energía negativa? Pues cambiar el chip, algo quizá difícil –muchos aseguran que imposible– en una generación más adulta, pero sí en las más jóvenes. Debemos revestirnos de empatía y ser gestores del cambio, más que de las quejas, que sólo generan ruido momentáneo, hasta que otra noticia las supere. Nada mejorará si no vemos el lado optimista de las situaciones. ¿Qué cambiará? Tú cambiarás, ¿no es eso suficiente como primer paso? Como dijo Gandhi, “Debes convertirte en el cambio que deseas ver en el mundo”. Eso será suficiente para empezar. Entonces, ¿te quedas con las quejas y el odio o generas el cambio y la empatía? Elige sabiamente.

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