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Cuando estar “conscientes” se pone de moda

Cuando estar “conscientes” se pone de moda

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Por Limay González  Foto FCSCAFEINE

Laura. 26 años. 3 de casada. Publicista. “No siempre fue así. De pronto abrí los ojos y me di cuenta de que el mundo iba por un lado y yo por otro. Cambié y soy más feliz, Kari. 36 años. Divorciada. Graduada de Historia del Arte. “No podría sacrificar mi libertad, ni aunque me pagaran más. Sería muy infeliz”. Cristina. 47 años. Divorciada. Estomatóloga. “No me comprometo con lo que no me llena. Es algo que a estas alturas de mi vida no hago. Descubrí cuál es la vida que quiero llevar”.

Coincido con las tres en GM Fitness Lab. Licras ajustadas, guantes, pelo recogido. Yo. 43 años, un hijo adolescente y un perro recién estrenado. Lunes, miércoles y viernes: pesas, piernas, brazos, abdominales. Martes, jueves y sábado: yoga. Cambié de supermercado y de pasillo, miro las etiquetas, evito lo procesado, sigo con el mismo carro con tal de hacer un gran viaje anual y cada fin de semana necesito descubrir algo. No importa qué o dónde, pero un lugar, una sensación, una emoción, algo que no haya sentido o conocido antes. Cierro la computadora a las 6:00 p.m. Ya me prohibí volverla a abrir un fin de semana. Emigré a Airbnb, a la ropa de segunda mano y me corté el cabello muy corto. Estoy a años luz de ser una Millennial, mas bien soy un espécimen de la generación X con gran tendencia hacia los Baby Boomers. Y aquí estoy, un átomo, un respiro de una corriente que no salvará al mundo (insalvable al menos ahora), pero sí puede hacerlo mucho más apetecible.

Qué cómo, qué visto, quién soy

¿Qué ha sucedido? ¿Cómo la quinoa, el aceite de coco y la cúrcuma comenzaron a formar parte de las palabras que más usamos? Años atrás nadie subía a Instagram un plato de kale o un batido de vegetales. Hoy, son tendencia. La movida healthy creció y con ella palabras como bienestar y compromiso. Se impone una forma mucho más responsable de alimentarse y comprar, tanto, que las ofertas vegetarianas y las ferias de productos naturales proliferan. Sí, es cierto, un ejército poderoso va tras los productos locales, le hace la guerra a los modificados genéticamente y hasta prefiere cosechar en casa. Mindful eating o “comer con atención” se impone, mientras preguntas: ¿De dónde viene la carne que compramos, cómo fue producida, cómo beneficia a mi salud?, y buscas etiquetas como ‘bajo en sodio’, ‘orgánico’, ‘libre de gluten’ y ‘alto en proteína’.

Con su ejército de influenciadores y paradigmas, las redes sociales tienen mucho de qué hablar en este tema. Celebridades como Gwyneth Paltrow y Victoria Beckham se ocuparon de popularizar el teff, un cereal rico en fibra y proteína y libre de gluten. Jessica Alba, por su parte, ha saboreado el éxito fuera de la pantalla con The Honest Company, que vende productos orgánicos y sustentables, enfocados a niños pequeños. Chefs, cantantes, estilistas, gurús del fitness, de la decoración, de la moda, de los viajes… se suben al tren de lo esencial, imponiendo corrientes de pensamiento. De su mano, las cadenas de comida rápida se apresuran a someterse a poderosas cirugías estéticas y las marcas de bebidas alcohólicas exhiben como bandera un alcohol orgánico y de bajas calorías. No es de extrañar que entre los hashtags que más se usan en Instagram aparezcan en posiciones privilegiadas #fitness, #gym, #healthyfood, #govegan, #healthyrecipe.

¿Revolución silenciosa?

Están los que apelan a una “revolución silenciosa” para explicar lo que ha sucedido. Una corriente que tiene sus orígenes hace mucho, que se ha venido gestando entre todos, y finalmente nos obliga a replantearnos lo que hacemos en todas las áreas, desde la comida hasta la moda, la salud, o incluso a analizar a dónde viajamos y cómo.

En su libro The Sum of Small Things: A Theory of the Aspirational Class (La suma de las pequeñas cosas: Una teoría de la clase aspiracional), la socióloga Elizabeth Currid-Halkett tiene una explicación: la “conciencia social, ambiental y cultural” se ha vuelto un nuevo capital social. Según ella, como hoy la mayoría de los productos están a disposición de todos, es un hecho que hasta los artículos más exclusivos han perdido su valor como significantes de clase. En su lugar, los bienes que revelan altos niveles de educación y conciencia cultural en los consumidores adquieren importancia; por ejemplo, los productos orgánicos y las clases de yoga.

Bajo esta realidad han sufrido íconos como Macy’s y American Eagle, presionados por quienes apuestan por lo local y tradicional, quieren conocer el origen de las materias primas de la ropa que compran, cómo y quiénes las fabrican, y qué sucede cuando son desechadas. Comandándolos, la generación Millennial, nacida entre 1980 y 1995, defensora a ultranza de la ropa de segunda mano, fascinada ante la posibilidad de reinventar lo que usan, modificarlo, transformarlo, dispuesta a pactar con las marcas que ponen énfasis en la inclusión y sustentabilidad.

La industria del turismo es otra que alista sus ejércitos ante nuevas realidades. Queremos viajar, sí, pero no a cualquier lugar, ni bajo cualquier precio. Se imponen los hoteles con habitaciones al aire libre, perfectos para conectar con la naturaleza; destinos que permitan conocer nuevas culturas; realizar itinerarios propios en lugar de reservar un tour; visitar los barrios de la ciudad en vez de sus atracciones turísticas más importantes y los restaurantes de comida local, ecológica y saludable.

Al eco friendly o social care se une la apuesta por lo espiritual, el deseo de alcanzar el equilibrio entre el cuerpo y la mente. Es ahí donde el yoga, pilates y miles de sus derivados entran. Ir al gym (en todas sus modalidades) ha pasado a ser casi una obligación moral. Porque no sólo observamos cuidadosamente lo que comemos, sino además, queremos estar fuertes, en forma, contentas con nuestro cuerpo y alma.

Ese es una de los tantos caminos que van dando formas a la felicidad que anhelamos.  Siguiendo esa realidad, no es extraño que cada año el término felicidad aparezca como uno de los más buscados en las tendencias de Google.. Tampoco es raro entonces que tratemos de ponerla por encima de todo: no es raro que prioricemos a un salario la posibilidad que te ofrece ese puesto de crear, dar rienda suelta a tus sueños, conocer nuevas culturas, aportar nuevas ideas. Posiblemente el sentirte orgulloso de lo que haces y de la empresa para la que trabajas puede ser la clave de todo.

¿De qué hablamos? ¿Estamos refiriéndonos a una moda pasajera o un verdadero cambio de paradigma? Son más los que se inclinan por lo segundo. Esperamos que así sea.

Ver También

Lo que somos

Un estudio llevado a cabo por el Instituto de Investigación de Mercado Gfk, en nombre de Airbnb, examinó los hábitos de viaje de las personas de 18 a 35 años de Estados Unidos, Reino Unido y China. Según esta encuesta, esos jóvenes consideran viajar más importante que comprar una casa o un coche. Los de Estados Unidos y Reino Unido creen que viajar tiene la misma prioridad que ahorrar. El 96% de los jóvenes chinos considera que viajar es una de las cosas más importantes en su vida.

Según una investigación del observatorio de tendencias Trendsity, que fue presentada en las oficinas de la ONU en Buenos Aires, 6 de cada 10 jóvenes de entre 14 y 30 años tiene algún grado de compromiso ambiental: el 11% son embajadores de la causa; el 31%, nativos ambientales con un alto compromiso, y el 17%, followers que se sienten atraídos por lo sustentable.

 

 

 

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