Últimamente he pensado mucho en estas dos palabras. Increíble como tan poco puede albergar tanto. La mayoría de las personas las usan como motivación para las situaciones negativas. Sin embargo, y lo que a veces se nos olvida, es que aplica para todo: lo bueno y lo malo, lo que nos gusta y lo que no; lo que creemos que será eterno o lo que pensamos durará poco. Todo pasa. Es una gran promesa, también para las partes positivas de nuestra vida, para las emociones y los momentos lindos que hemos cosechado o los que están floreciendo ahora. Esos, si no los cuidamos, como los grandes imperios, se caen.
¿Cuándo las cosas negativas tardan más en evolucionar? Pues cuando el perdón no es el intercesor. Cuando damos más espacio a la rabia, la ira y el odio, todas las bendiciones que deben llegarnos nos pasan por el frente. Pienso que la falta de perdón es lo único que frena nuestra evolución como seres humanos. Sobre todo, porque olvidamos esa promesa de que ningún dolor durará 100 años.
La realidad es que a pesar de ello todo es muy incierto. Por eso, y quizá más ahora que nunca que estamos envueltos en un mundo digital, es necesario vivir, disfrutar y agradecer el momento presente y sus regalos (los que nos gustan y los que no).
Así que si hoy te encuentras ante una situación en la que entiendes has dejado todas tus fuerzas, o estás viviendo la mejor experiencia de tu vida, recuerda que en algún momento pasarán. En el primer caso te ayudarán a apreciar los buenos tiempos aún más, y en el segundo, a disfrutar el ahora y sus ventajas.
Quien sabe, a lo mejor después de varios años la vida te sorprenda como a mí, y te recuerde nuevamente que todo pasa.